Jesús les dijo: mi comida es que haga la voluntad del que me
envió, y que acabe su obra. ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He
aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos
para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna,
para que el que siembra goce juntamente con el que siega. . Juan 4:34-36
Todo creyente debe ganar almas para el Reino de Dios. Muchos toman la prédica del evangelio como
algo reservado para pastores y evangelistas, pero el señor nos ha escogido para
Su gran comisión. Cristo regresará cuando el evangelio haya sido predicado a
todas partes del mundo y es nuestra responsabilidad y honor ser parte de este
movimiento global.
Razones por las que
predicamos
Hay tres grandes razones que deben movernos a predicar las buenas
noticias:
·
Por el temor de Dios. El hecho de que una persona vaya al
infierno debe producir en nosotros temor santo, si hemos tenido la oportunidad
de hablarle y no lo hicimos. Es triste ver cuántos creyentes nunca le predican
a sus amigos ni a su familia. Su corazón no está en las almas. Pero, ¿a que
vino Jesús y por qué estamos aquí, si no es por el perdido?
· Porque la voluntad de Dios es ganar almas. Mientras vamos por la vida podemos alcanzar almas para Cristo: en las
calles, en un ascensor, cuando entra una llamada equivocada, en el supermercado,
la gasolinera, el hospital, el autobús, el aeropuerto, la escuela de los niños,
la universidad, el vecindario. Asimismo, hoy tenemos la tecnología para que
miles reciban a Cristo a través de las redes sociales y medios de comunicación.
· Por el amor de Dios. Pidámosle a Dios que cada día nos dé
más amor por las personas y más por aquel que no tiene a Jesús en su corazón.
Cuando usted esté lleno de amor, no le molestará predicar el evangelio, sino
que lo hará con ánimo. Es tiempo que camine en amor, que perdone a quienes le
han ofendido y cuando tenga un encuentro con Dios no llegue amargado, sino
lleno de amor para la gente.
Crea por la salvación de sus amigos, y familiares, persista y ore; siga
invitándolos a la iglesia, si lo rechazan o maldigan, siga amándolos. No desmaye
en amar a quien quizás pueda ser un futuro pastor, adorador o evangelista.
La sangre de Jesús fue derramada por la salvación de la humanidad y no hay dinero en el mundo
que pueda igualar su valor. Debemos despertar, alzar los ojos y mirar que la cosecha
de almas está lista, sólo se requiere que alguien vaya a recogerla. Dediquemos
nuestros dones, tiempo, energía y recursos a cumplir con la gran comisión.
El amor se
demuestra en la calle.
Demuestre el amor de Dios en la calle, cuando va al médico, a la
peluquería, al centro comercial. Salude, abrace a la gente y diga: “Señor dame
una palabra de ciencia para esta persona”. Verá que el Señor le revelará si
están pasando por una situación específica, para que ore por ellos. Si va al
restaurante, dele una buena propina al mesero y después pídale que le permita
orar por él o ella. El amor de Dios nos mueve a evangelizar.
Lamentablemente, la iglesia de Cristo tiene endurecido el corazón.
Juzgamos a las personas, aun a nuestra propia familia. Hoy, vamos a amarlos y
así querrán lo que nosotros tenemos. Ganemos almas porque es la voluntad de
Dios, por temor de Dios y por Su precioso amor que nos motiva a hacerlo.
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