Juan 14:16-18 Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:
(17) el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir
porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque
permanece con vosotros, y estará en vosotros.
(18) No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros.
Hemos visto que el Padre está corporificado y
expresado en el Hijo que estaba entre los discípulos. Ahora debemos ver
que el Hijo se hace real como el Espíritu que entra en los creyentes y
mora en ellos. El Señor tenía que ser transfigurado,
transformado, de la carne en el Espíritu a fin de morar en nosotros. Él
vino en la carne para estar entre nosotros, pero tenía que ser
transfigurado al Espíritu antes de que pudiese entrar en nosotros. Él se
transfiguró de la carne al Espíritu por medio de
Su muerte y resurrección. Su ida no fue Su partida; fue otro paso de Su
venida. Él iba a venir en otra forma, en la forma del Espíritu.
Su ida fue por medio de la muerte y la resurrección, y
Su venida fue como "otro Consolador". El otro Consolador es Su otra
forma, Su otra figura. Mediante Su venida como el Espíritu, Él entra en
nosotros y nos hace vivir precisamente como
Él lo hace. La palabra griega para Consolador, parákletos, paracleto en
su adaptación al español, significa uno al lado que cuida de nuestro
caso, de nuestros asuntos, y de todas nuestras necesidades. El Espíritu
Santo, quien es la realidad de Jesús y la realización
del Señor, es esta Persona que está a nuestro lado, ministrándonos y
cuidando de todas nuestras necesidades. Si usted no tiene el Espíritu,
no puede tener a Dios el Hijo como su vida. El Espíritu es la realidad
de todos los atributos divinos de Dios el Padre
y Dios el Hijo.
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